El pasado 13 de octubre, a las ocho de la tarde con puntualidad envidiable, Paco Ibáñez salía a las tablas del bilbaíno Teatro Campos Elíseos con todo el papel vendido, como dicen los expertos. Lo curioso es que desde el patio de butacas se escuchaba hablar tanto euskera como castellano como francés y es que la velada prometía, ya que en los carteles se anunciaba el 50 aniversario del mítico concierto del Olympia.
Pero si hay algo que caracteriza a Paco Ibáñez es su irreductible libertad, su insobornable actitud y su quehacer artesano, por lo que lo que nos esperaba realmente era inesperado. Sigue leyendo